El CEO Se Novela 143
Capítulo 143
Raquel estaba realmente aterrada, todas las chicas pierden la calma cuando son atacadas físicamente, y ella no fue la excepción.
-¡Suéltame! ¡Vete! ¡Ah!
Raquel trató de defenderse, y en ese momento, "¡bang!", la puerta de la
habitación fue pateada de golpe.
Alberto había llegado.
Alberto entró rápidamente, extendió la mano y agarró a Felipe, tirándolo con fuerza de encima de Raquel. Luego lanzó un puñetazo firme contra el rostro de Felipe.
Felipe cayó al suelo de manera desordenada, y Alberto le dio un segundo puñetazo, seguido denoveldrama
un tercero...
Felipe terminó con el rostro cubierto de sangre.
Raquel se sentó. -Alberto... Alberto...
Estaba llamando su nombre.
Alberto dejó a Felipe tirado en el suelo y se acercó a Raquel. Ella temblaba, completamente
aterrada.
Alberto vio la marca de una mano en su mejilla derecha, estaba roja e hinchada. Su falda había sido levantada hasta casi la cintura, y sus piernas estaban cubiertas de marcas rojas de los dedos de Felipe, mostrando claros signos de haber sido brutalmente maltratada.
Cuando entró, vio a Felipe sobre ella, y esa imagen desató toda su ira.
Alberto respiraba con dificultad y preguntó: -¿Te tocó?
Raquel, con los ojos hinchados y enrojecidos, respondió: -No...
-¿De verdad? Déjame ver.
Alberto sintió un alivio en su pecho, pero su furia no se disipó. Pensó en levantarse para golpear a Felipe otra vez.
Sin embargo, Raquel lo detuvo, abrazándolo con fuerza. —Alberto, no sigas golpeándolo... quiero irme de aquí, llévame contigo...
Felipe, cubierto de sangre, yacía en el suelo, con los ojos vacíos. Si seguían golpeándolo, seguramente algo grave podría suceder.
Alberto hizo un esfuerzo por calmarse, se quitó el abrigo negro y envolvió a Raquel con él.
Capitulo 143
Luego la levantó en brazos y la sacó de allí.
Treinta minutos después, el lujoso Rolls-Royce Phantom se detuvo frente a la Villa de los Ángeles. Alberto llevó a Raquel en brazos hasta el baño principal y la colocó en la amplia bañera.
Abrió el grifo y comenzó a llenar la bañera con agua caliente.
Raquel estaba helada, como un bloque de hielo, su rostro pálido. Solo cuando el
agua caliente cubrió su cuerpo comenzó a recuperar algo de calor.
En ese momento, la voz fría y tajante de Alberto rompió el silencio. -¿Te maquillaste?
Raquel levantó la vista y vio a Alberto frente a ella, con las mangas de su camisa negra ligeramente dobladas, mostrando sus fuertes antebrazos y un reloj de lujo. Sus pantalones estaban mojados en las piernas, pero la luz cálida y champán de la habitación lo hacía parecer aún más un hombre maduro y atractivo.
Lo miraba con frialdad, sus ojos llenos de furia y desdén. -¿Te pusiste lápiz labial también?
Raquel, con la piel pálida, intentó hablar. -Yo...
Alberto, con las manos en las caderas y una expresión de cansancio y rabia, dijo: -Hoy El Invencible vino a dar una conferencia, todos los estudiantes fueron a escucharla. ¿Para qué te maquillas de esta forma? Si Felipe no te hubiera atado, ¿quién lo habría hecho?
Raquel, molesta, guardó silencio.
Aún sentía el miedo, no había recuperado la compostura, y ahora solo sentía una gran injusticia. En sus ojos rojos se formó una capa de lágrimas que rápidamente cayeron en pequeñas gotas.
Ella estaba llorando.
El cuerpo de Alberto se tensó de inmediato. —Raquel, ¿por qué lloras? ¡No creas que unas lágrimas van a hacer que esto se solucione!
Las gotas caían, una tras otra.
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