Chapter 119
Capítulo 119
Ana permitió que Alberto la besara.
Alberto observó el rostro de Ana, tan delicado y radiante como una rosa roja. No podía evitar compararlo con ese otro rostro pequeño y frío, tan distante, tan
indiferente, del tamaño de una palma.
Raquel solo lograba irritarlo y frustrarlo, mientras que Ana era una flor que entendía sus silencios.
Alberto inclinó lentamente la cabeza...
Raquel y Camila tomaron unas copas en el bar, y después de un rato decidieron regresar. Salieron a la calle en busca de un taxi.
Sin embargo, esta era una zona concurrida, y era difícil encontrar uno disponible.
Raquel tuvo una idea. -Camila, ¿y si alquilamos una bicicleta compartida para regresar?
Camila levantó una ceja, ligeramente sorprendida. -No hace falta, Raquelita. Ahora mismo llamo a mi primo para que nos mande un auto.
-¿Tu primo? ¿Camila, tienes un primo?
Camila le guiñó un ojo, con aire misterioso. -Sí, claro.
-Mejor no, ya es tarde. No quiero molestar a tu primo.
Pero Camila ya había sacado su teléfono y marcado el número. -Mi primo ahora mismo está pasándoselo en grande con su amante. Es mi deber darle algo de qué ocuparse.
Raquel se quedó sorprendida. -¿Tu primo tiene una amante?
—Sí. Está casado, pero no soporta a su esposa y prefiere mantener a una descarada como amante. ¡Es un auténtico desgraciado!
Dios mío. Raquel no podía creerlo. Nunca pensó que Camila tuviera un primo así.
Aunque, pensándolo bien, la esposa de ese hombre parecía tener una historia demasiado parecida a la suya. Almas perdidas, sin duda.
En un lujoso salón privado, Alberto se inclinó hacia Ana, y sus labios estaban a punto de
tocarse.
Ana percibió el aroma fresco y distinguido de su piel, mezclado con un leve rastro de alcohol. Todo su cuerpo se estremeció al contacto.
Capitulo 119
Con sus pequeñas manos, lo rodeó del cuello y esperó su beso.noveldrama
Pero el beso nunca llegó. En su lugar, lo que escuchó fue la voz grave y
magnética de Alberto. Tu labial está corrido.
¿Qué?
Ana abrió los ojos de golpe.
Justo en ese momento, un tono de llamada suave y melodioso interrumpió el aire. Era el
teléfono de Alberto.
El sonido rompió por completo la atmósfera cargada de tensión y deseo. Alberto la apartó con un gesto de la mano.
Ana se puso de pie y sacó un pequeño espejo de su bolso Chanel. Se miró y notó que, al retocar su labial en el baño, se había excedido un poco, y había manchado la comisura de los labios.
Se sintió frustrada y rápidamente tomó un pañuelo para corregirlo.
Mientras tanto, Alberto se acercó a la ventana de piso a techo con su figura esbelta y elegante.
Contestó con voz serena: -Sofía.
¿Sofía?
El corazón de Ana dio un vuelco. Así que era Sofía quien lo llamaba.
No sabía qué le estaba diciendo, pero Alberto asintió. -De acuerdo, ahora mismo mando un auto por ti.
Colgó la llamada. En ese instante, Ana lo abrazó por la espalda, rodeando su fuerte cintura con
los brazos.
Sus pequeñas manos comenzaron a recorrer sus músculos firmes, claramente buscando continuar lo que habían dejado inconcluso.
Pero Alberto sujetó su inquieta mano y la apartó con firmeza. Se giró para mirarla. —Otro día. Tengo que regresar a la oficina. Haré que te lleven a casa.
El rostro de Ana palideció. Decir que no estaba decepcionada sería una mentira. Pero el semblante de Alberto ya estaba frío y distante, sin rastro de interés. Ana se culpó a sí misma por haber arruinado su maquillaje. Sabía que hombres como Alberto eran extremadamente exigentes con las mujeres. Si veían el más mínimo defecto en ellas, su interés desaparecía al instante.
La última vez, en Villa de los Ángeles, a pesar de estar completamente excitado, había
rechazado estar con ella.
Capitulo 119
Parecía que su cuerpo ya no reaccionaba con pasión hacia ella.
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