El CEO se Entera de Mis Mentiras

Chapter 118



Capítulo 118

La familia Guerrero tenía una gran tradición, una estirpe noble, y estaba profundamente conectada con el Valle del Río.

Ana había estado buscando a Sofía, pero ambas familias la protegían tan bien que le resultaba imposible encontrarla.

Elena también lo encontraba extraño. -Cuñada, escuché que Sofía también estudia en la Universidad del Futuro, pero revisé a todos los Guerrero matriculados y no encontré a ninguna

Sofía.

Ana respondió: -Elena, doña Isabel nunca me ha aceptado. Necesito obtener el apoyo de la familia Guerrero, y Sofía es clave para lograrlo. Si consigo acercarme

a ella, agradarle y hacerme su amiga, pronto podré casarme con Alberto y convertirme en la señora Díaz.

Ana era experta en ganarse el favor de la gente. Carlos, Elena y todos los jóvenes adinerados del círculo de Alberto la adoraban.

Por eso,

tenía que asegurarse de ganarse a Sofía.

Sofía representaba el respaldo de toda la familia Guerrero.

Era la familia materna de Alberto y resultaba crucial.

Elena asintió. —Anita, seguiré buscándola. La verdad, también tengo mucha curiosidad por saber quién es Sofía. 1

Ana no vio a Alberto en el lujoso salón privado. Se había ido hacía un rato y aún no regresaba.

Lo buscó hasta encontrarlo en el salón de descanso, donde lo vio en el sofá.

Alberto había bebido bastante y parecía de mal humor. Su teléfono estaba sobre la mesa, y él estaba recostado en el sofá, con la espalda relajada y sus largas piernas estiradas hacia adelante, descansando sin cuidado sobre la mesa.

Tenía los ojos cerrados y, con la mano derecha, adornada con un lujoso reloj, frotaba su frente

fatigada.

A pesar del tiempo que llevaban conociéndose, Ana seguía sintiendo una intensa atracción por

Alberto.

El amor entre un hombre y una mujer siempre debía comenzar con admiración, y Alberto, nacido con el respaldo del poder y la riqueza, tenía una presencia imponente incluso cuando descansaba, como un magnate de los negocios. Eso solo incrementaba el deseo y la fascinación

Capitulo 118

que ella sentía por él.

Ana caminó suavemente hasta colocarse detrás de él y, con delicadeza, levantó su mano para masajearle las sienes.

La presión de sus dedos era perfecta, ni demasiado ligera ni demasiado fuerte, lo suficiente para resultar placentera. Alberto retiró la mano y su frente, que antes estaba fruncida, comenzó a relajarse lentamente.

Ana sonrió y dijo: -Presidente Alberto, ni siquiera abres los ojos para mirarme..... ¿Eso significa que cualquier chica podría masajearte?

Alberto esbozó una sonrisa torcida, levantó la mano y, tomándola por la muñeca, tiró de ella con fuerza, haciendo que Ana cayera directamente sobre sus firmes piernas.

Abrió los ojos con pereza y su mirada se posó en su rostro, que lucía especialmente hermoso. - ¿Quién más podría ser, si no tú, pequeña?

A esa edad, Alberto ya había alcanzado la perfección en términos de atractivo masculino. Cuando se ponía coqueto, con su aire pícaro y esa tensión seductora que irradiaba, podía hacer sonrojar a cualquiera.

Ana se rió con suavidad. Rodeó su cuello con los brazos y le preguntó: -¿Por qué no volviste al salón privado?

¿Por qué no volvió?

Porque... ¡Raquel!

Pensar en Raquel hizo que la expresión de Alberto se tornara más irritada y cansada.

-Alberto, adivina con quién me encontré en el baño. ¡Raquel!

Desde que ella se fue a la Universidad del Futuro, no habían vuelto a comunicarse. Con una expresión indiferente, Alberto preguntó con desinterés: - ¿Y qué dijo?

Me dijo que eres un artículo de segunda mano... y que yo no soy muy limpia - Ana aún se sentía molesta al recordar aquellas palabras.

Alberto estaba sin palabras.

Chasqueó la lengua contra los dientes y dejó escapar una risa desdeñosa. ¡Vaya,

valor

para decir eso!

que tenía

Podía imaginar perfectamente la forma en que Raquel lo había dicho, con su lengua afilada y

mordaz.

Ana deslizó los dedos por el rostro de Alberto. Su piel, su estructura facial perfecta, su físico impecable... era un hombre cuya belleza incluso las mujeres envidiarían.

Capítulo 118

Con la mirada llena de deseo, Ana lo observó y, con coquetería, le ordenó: - ¡Alberto, bésame!noveldrama


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